Rusia se ha convertido en el país donde las profecías sobre el fin del mundo se han desencadenado como en ningún otro lugar del planeta, con algunas zonas que viven verdaderas epidemias de pánico.
La expansión del fenómeno Maya ha sido tal que el propio primer ministro ha salido en televisión desmintiendo que vaya a acabarse el mundo el 21 de diciembre de 2012, ni siquiera que vaya a haber un apagón eléctrico de tres días, como otras versiones están asegurando.
“Les diré unas palabras a propósito del Apocalipsis: no creo en ello, pero sí en que celebraremos la fiesta de fin de año”, afirmó Dmitri Medvedev.
Otros jerarcas de gobierno hicieron afirmaciones parecidas, pero todo
parece caer en saco roto, ante el impacto de la televisión rusa que no
cesa de hacer predicciones, recomendar las mejores formas de
ponerse a salvo, cuáles son los sitios más seguros del vasto territorio
de la otrora Unión Soviética y qué llevar a esas repúblicas en caso que
se decida viajar “para salvarse”.
Algunas localidades agotaron reservas de alimentos
Al este de los montes Urales, las pequeñas repúblicas y la vasta tundra,
parecen conjugarse para que el miedo se haya adueñado del incipiente
invierno. Hay gente que ha excavado galerías subterráneas y las ha
colmado de harina, azúcar y queroseno, esperando lo peor.
Hay localidades de Siberia donde se agotaron las velas y los fósforos,
afirma la publicación digital Gazeta.ru, que reconoce a los rusos como
“proclives a la mística y el pavor escatológico”.
En la república siberiana de Buriatia, los alimentos están escaseando
debido al acaparamiento de muchos vecinos. En la república de Altái, en
la frontera de Kazajstán, se han creado comunas para “salvarse”, en
tanto se afirma que es uno de los lugares “seguros” ante el cataclismo.
El propio gobernador de Altái, invita a la gente en revistas y cadenas
de televisión, asegurando que es la única zona del planeta que no se
verá afectada “ni por la lluvia de fuego, ni por terremotos ni
inundaciones”.
Los que mejor están pasando son los fabricantes del “kit de supervivencia”
en la ciudad siberiana de Tomsk, que agotaron su producto: un botiquín
que incluye pastillas purificadoras de agua, velas, fósforos y por
supuesto, una botella de vodka. Vale mil rublos (unos 25 euros) y se
vendió por miles.
Mientras tanto en la ciudad de Cheliabinsk, en los montes Urales, los
vecinos han erigido una copa en hielo de una puerta de acceso a una
ciudadela Maya, con la convicción que esa barrera, los salvará de lo que se avecina.
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